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ROL NUEVO CON SETH

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Mensaje por Admin Lun Feb 09, 2015 8:10 pm

Después de la rutina de aseo nocturno, Silea despidió a sus doncellas y se detuvo frente al enorme espejo de la recámara, dejando caer la bata. Llevaba las vendas puestas en los ojos, y como la penumbra del ambiente lo ameritaba, se aventuró a apartarlas apenas y observar su propio reflejo con recelo. La batalla en el reino había dejado su impronta en ella en forma de numerosas cortadas nacaradas que habían cicatrizado hacía meses. Y un dolor punzante en el pecho. Empezó mirándose los pies, siguió por los muslos, las caderas, el abdomen que ya parecía coleccionar heridas cerradas, el pecho pálido, y las manos frías acomodando la larga melena húmeda. Y por último se miró a sí misma a la cara, reconociéndose. Aún en ese entonces no sabía qué pensar del puesto que ostentaba, y el recuerdo de cierto rubio la atormentaba en sueños, haciéndole dudar de su propio accionar. Un escalofrío le recorrió la espalda, y Silea recuperó la bata de seda con manos temblorosas. Las vendas volvieron a su lugar, mientras sentía la irracional necesidad de descargar su angustia con un llanto. Pero se contuvo, dejándose caer en un sofá cercano y mullido, a la espera de tiempos mejores y algo de calma para su espíritu.

[01:41:10 10/02/2015] Seth Koller : —Si hubiese caminado lo mismo que tú, seguramente me habría quejado por el dolor de pieses. —En las cercanías de los dominios de la Reina Silea, un joven cuyo cuerpo estaba recubierto con una manta de cuero y tela, con su cara oculta por una capucha, caminaba en dirección al portón principal, la entrada al reino. —Pies… y sí, pero es una ventaja por el momento… creo. —Finalmente se conoció la voz de aquel viajero, pues la anterior persona que había hablado se trataba de una mujer a pesar de ser una voz al aire, pues no había nadie con el chico, o al menos, visible. —¿Y cómo crees que esté Silea ahora? ¡No me imagino la cara de ella cuando nos vea de nuevo! ¿La extrañas, verdad? —La exclamación fue por parte de aquella voz fémina, tranquila pero bastante animada. El joven se quedó en silencio, omitiendo todo aquello, y sobre todo, la última pregunta. Luego de unos segundos, terminó frente al portón principal, y unos guardias no tardaron en obstruir su camino. —Lo siento, pero no puede pasar, estos son los
[01:41:11 10/02/2015] Seth Koller : dominios de la Reina Silea. Si tiene alguna orden de visita, que lo dudo por el horario, puede dárnosla y nosotros la revisaremos. —El muchacho de aspecto vagabundo alzó un poco su rostro, cuyo semblante aún seguía en total obscuridad gracias al ropaje. —En realidad, no tengo nada. Simplemente quiero ver a la reina y hablar con ella, eso es todo. —Pero mucho antes de que uno de los hombres actuara con algo de discrepancia y de manera ofensiva, como lo haría un leal guardia, el rostro del forastero se descubrió gracias a la luz de la luna. Los guardias no lo podían creer, y con el rostro estupefacto y anonadado por la sorpresa, lo llevaron dentro del reino.

Una de las pocas doncellas que quedaban en el recinto seguía aún despierta, vagando por el ornamentado vestíbulo a paso lento mientras intentaba acumular cansancio para dormir con placidez. Sus manos permanecían entrelazadas tras la espalda, y los ojos amielados observaban las pinturas enmarcadas que parecían seguir su trayecto por la estancia con ojos fijos. Poco le duró el ensimismamiento, dado que las puertas a la distancia se abrieron lentamente y despertaron tanto su curiosidad como su preocupación. ¿Qué ocurría? ¿Aquél que atravesaba el umbral con parsimonia era un guardia? No, no vestía armadura, mas sí una capa larga, como la de un peregrino. Un visitante, pensó frunciendo levemente el ceño, y atinó a avanzar y acortar las distancias para servir de anfitriona, dado que, al parecer, los guardias le habían cedido el paso.

Las medidas de seguridad eran lo suficientemente buenas como para contener a quien fuere, por lo que, aún con cierto recelo en la mirada, relajó los hombros y se dispuso a ver al recién llegado más de cerca. Y no pudo contener el gemido ahogado que escapó de su garganta entonces, mientras se inclinaba hacia adelante con sorpresa con tal de dar fe de lo que creía que estaba viendo. Las palabras estaban atoradas en su boca, incapaces de dar señal alguna de reconocimiento. Pero cierto brillo asomaba en sus ojos, una emoción desbordada y confusa se gestaba en su fuero interno y usaba su rostro joven como lienzo para plasmarse: la devoción que antaño sintiera por su Rey, había vuelto junto al gozo de verlo vivo. Reacia a indicar lo obvio con palabras triviales, la joven se limpió las lágrimas con el puño antes de recuperar la compostura.

—Es noche de luna llena, mi Señor —musitó, incapaz de perder la costumbre, y con cierto aire compungido asomando en su tono servicial, agregó— Si ha venido a ver a la Señora, ella está en sus aposentos y no saldrá hasta mañana.

[00:36:03] Seth Koller : Ante los ojos de aquella sirvienta, estaba el hombre encapuchado que resultó ser el mismísimo rey, Seth no murió y las lágrimas que dejó salir aquella mujer fueron pura alegría y esperanza. Pero el rubio no veía las cosas de esa manera, el cambió. No iba a dar ninguna orden, por ética propia, no iba a pretender ser rey porque para él ya no lo era más. —No me digas así, ya no lo soy más, al menos hasta que Silea diga lo contrario, cosa que tampoco espero con ansias. —¿Acaso abandonó todo? Lo más seguro era que la sirvienta se preguntase de dónde había venido como para decir algo como eso, se estaba tratando a sí mismo como un forastero. Él retiró la capucha que ocultaba su rostro, moviéndola para atrás con ayuda de sus manos. Inmediatamente quedó visible su cabellera rubia, la cual parecía tratada con cualquier cosa que no fuese una tijera, pues los cortes intentaban ser prolijos pero eran irregulares, además de tenerlo un poco largo. —Es una lástima, quería hablar con ella. Me sorprende ver tanto… órden,
[00:36:07] Seth Koller : pero esto parece algo mucho más natural que cuando mi padre y yo teníamos el reino, es como si las personas de aquí lo hicieran por amor y no por miedo. Se respira un aire diferente. —¿Y desde cuándo el rey era alguien tan profundo con sus palabras? Eso sin duda alguna hizo aunque sea una mueca en quienes lo escucharon. Estaba claro, Seth no era el mismo de antes… estaba raro, dejaba una sensación totalmente diferente a la que emanaba antes. Incluso parecía alguien un poco despreocupado y sus ojos no tenían la firmeza que demostraban hace meses atrás. —… Dile que hizo un buen trabajo, y tú también, joven. —Y en tanto dijo aquello, con una voz natural, dio la media vuelta, bajando unos escalones. Su intención era la de abandonar el lugar, ¿pero su gente querrá que él se vaya? ¿desconfiarían de él, o le demostrarían su lealtad a pesar de los errores que ha cometido?

—Las cosas han cambiado, sí —se limitó a decir, avergonzada quizás, dado que no pretendía comparar los regímenes de ambos soberanos con tanto descaro. Adelantó un paso cuando vio que el antiguo monarca emprendía el regreso, desconcertada y apenada en partes iguales, dado que no comprendía el motivo de su pronta salida si aún era bienvenido. Y esto nadie lo había decretado, pero aquella joven había sido de las pocas doncellas al tanto de lo que la nueva Reina solía hacer cada mes; "una rutina para sanar" les decía, como restándole importancia a sus acciones, mitigando toda emoción en ella. La sirvienta alzó la diestra un tanto por delante de su propio cuerpo como si pretendiera hacerlo volver sólo con su gesto, y aclaró su garganta antes de pronunciar palabra alguna.

— Mi Señor —reiteró, afianzando así su postura de reconocimiento para con él— Eso debería decírselo usted personalmente —agregó, rotando el cuerpo a un lado y haciendo un ademán con la mano alzada para que se adentrara en el recinto— Estoy segura de que la Reina Silea estaría... —"increíblemente feliz"— ...encantada con su presencia —y sin decir más, comenzó a caminar a paso redoblado con el ímpetu por los techos, ansiosa por ir a por la regente para darle las buenas nuevas.

[01:18:13] Seth Koller : —Eso, ella tiene razón. ¿Acaso has venido desde tan lejos caminando para darte la vuelta y regresar?... —Finalmente su compañera apareció, Agharta. Era magia, quizá, pero apareció frente a él, al lado de la sirvienta y dándole la razón a ella. Una mujer de cabellera rubia y de ojos verdes claros, alta como él y que parecía de unos casi treinta años humanos. —Bueno, basta. Lo harán parecer una novela y es lo que menos quiero. —Suspiró, intentando que el momento no le estremezca el corazón, estaba en un momento incómodo. Agharta sonrió, como aquellas mujeres risueñas y alegres. Con aquello que dijo, él simplemente quiso decir “tienen razón, lo haré”, pero claro, el orgulloso Seth jamás lo diría, no importa qué tan emotivo se encuentre, su seriedad y parsimonia siempre se mantendría intacta, porque así él lo quiere y así quiere hacerse ver. —Entonces me tomaré el atrevimiento e iré hasta la habitación. —Ambas lo dejaron solo en cuanto ocurrió eso. Era obvio que querían que ocurriera algo entre el rubio y la
[01:18:15] Seth Koller : albina, algo que Seth evitaba un poco. Incluso los guardias volvieron a sus puestos, y eso dijo demasiado de todos: confiaban en su rey, e insistían llamándole con cortesía a pesar de que él no quiera. A un paso suave, tranquilo y mirando las instalaciones como si fuese la primera vez que visitaba el lugar, caminaba hacia la habitación de ella. Ya no estaba Sophie, no estaba su padre y no pudo evitar sentir una melancolía muy pasajera que solamente le duró unos segundos. Al llegar a la puerta, con suavidad la abrió al primer intento. Se asomó para ver si se encontraba, y allí estaba. Caminó con suavidad y se sentó en uno de los bordes cercano a ella. —Deberías tener la puerta cerrada con llave… al menos. —Dijo aquello con una voz natural, pretendiendo que se despierte con aquel gesto que intentaba ser lo más indiferente posible.

Poco después de la muerte de Seth, la monarca había comenzado a soñar con él. Usualmente lo encontraba de pie en medio de una nada silenciosa, un paraje vacío y brillante en el que aparecía solo y sin decir una palabra. El rubio la miraba desde lejos con expresión indolente, pero ella jamás había podido acercársele lo suficiente como para observarle con atención; siempre despertaba antes de poder hacer nada, teniendo que pasar el día con una sensación bastante extraña alojada en su pecho. Así pasaron los meses, uno tras otro, y Silea continuaba teniendo la misma clase de trance al dormir, y obtenía a cambio el mismo malestar al abrir los ojos. Tal vez era remordimiento lo que la asaltaba y afectaba en demasía su proceder al cabo de los días, remordimiento por haberle advertido del genocidio y la traición, por haber despertado en él la necesidad irrefutable de volver a sus dominios y luchar a brazo partido. Pero había muerto con honor, o eso se decía cada vez que evocaba su recuerdo.

Por eso no pudo identificar debidamente lo que sintió esa misma noche. Dormitaba recostada en el sofá, enredada en la bata oscura que la envolvía, perdida en el sueño que ya era costumbre. Lo vio, rodeado de luz y difuso, como si estuviera observándole a la distancia a través de un velo traslúcido. Silea quiso moverse, quiso avanzar, pero cuando comenzó a notar la nitidez en él sólo se detuvo. Se rindió. Abandonó los deseos de seguirle, de pedirle perdón, de traicionarse a sí misma y a su entereza porque no le encontraba explicación a sus sentimientos. Entonces despertó, arrullada por la voz grave que la reprendía con total desparpajo, creyendo que estaba volviéndose completamente loca. Pocos segundos después cayó en la cuenta de que había oído sus palabras en la realidad, y dio tal respingo que logró ponerse de pie, tanteándose las vendas de los ojos con manos dubitativas. La luna aún no la llamaba. Tenía tiempo, podía quitárselas. Pero la detenía el temor de poder ver y que él, en realidad, no estuviera allí.

Las vendas cayeron de igual manera al suelo y Silea ahogó un grito. Sintió la conmoción tapándole la boca y la curiosidad haciéndole extender una mano temblorosa hasta él, que la miraba indolente como antaño, altanero como antaño, saludable como antaño. Acortó las distancias entre ambos lo suficiente como para llegar a rozarle el rostro con la yema de los dedos, y terminó posando la palma entera de la diestra sobre su mejilla, entreabriendo los labios rosados con incredulidad, logrando articular palabra— Seth... —musitó con la voz tomada y los ojos entrecerrados, reprimiendo la angustia que llevaba meses refugiada en su interior. Silea y su versión más fría lucharon de forma encarnizada por unos segundos, y sólo al terminar pudo recomponerse y bajar la mano, sosteniéndole la mirada. Ergo dio un paso, luego otro, y luego otro, y entonces lo rodeó con sus brazos, estrechándolo fuertemente contra sí, sucumbiendo a la necesidad de convencerse de que él estaba allí, que el calor que le transmitía era real.

[02:47:08] Seth Koller : Durante meses atrás para todos los que habitaban el reino él estaba muerto, pero al parecer, jamás se esfumó de los recuerdos de las personas, comenzando a comprender qué tan insensible había sido, y aquello lo comprobó cuando sintió el calor ajeno cuando ella la apresó entre brazos y con su rostro en el pecho contrario. Definitivamente un gesto que solamente una mujer podría llegar a dar, tan dulce y tierno que Seth pensó dos veces si se lo merecía o no. Él también se paró, quedando a su altura, abrazándola y acunó el rostro contrario contra su propio pecho, ahora él la estaba conteniendo. No quería pensarlo, pero definitivamente lo necesitaban en el lugar a pesar de que gracias ella el ambiente se haya vuelto tan perfecto. Ni Seth ni Vendrik lograron hacer tal cosa, y seguramente los linajes anteriores tampoco… ¿será porque solamente fueron unos hombres y ya? Él en un principio había venido para ver cómo estaban las cosas, le daba igual si estaban para peor o para mejor, pero fue una gran sorpresa.

[02:47:11] Seth Koller : Ella lo cuidó de tal manera porque le pertenecía a él y le hizo honor a algo que Seth jamás quiso. —Soy yo, sí. —”A veces el diccionario es algo innecesario, por ejemplo, hogar es donde las personas que te quieren te esperan.” Con tan solo recordar de quién provenía la frase, le daba cierta molestia, pero el pelirrojo tenía demasiada razón, la persona que lo salvó tenía demasiada razón. Segundos después, añadió. —¿Te has dado cuenta que lo que has hecho nadie durante la historia de mi linaje lo pudo hacer? O porque no quiso o porque simplemente no lo logró. Y no quiero saber la razón… solamente quise ver que estuvieras bien y luego largarme. La que se merece las gracias aquí eres tú, aún así me agradecen a mí también… ¿qué les has dicho? —Definitivamente no quería ser reconocido, no quería que algo que fuese obra suya sea algo compartido, quería la gloria y la admiración para ella nomás. A pesar de que aquello no le haya gustado del todo, aprendió durante el tiempo que no estuvo a ser alguien agradecid

[02:47:28] Seth Koller : agradecido con todo. Con suavidad acarició su cabellera color nieve y con su diestra, con tranquilidad para murmurar por última vez, con suavidad. —¿Tú quieres que me quede, verdad?... No puedo aceptar eso, pero tampoco me puedo negar a dejarte sola. Viviré para agradecerte por todo lo que has hecho. —Oprimió sus palabras restante apretando los labios contra sí, sin querer hablar más de la cuenta. No se iba a mentir, estaba feliz de tenerla acurrucada en su pecho y con el solo pensar de la culpa que podría haber llegado a tener durante todo el trayecto hasta el momento.

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Mensaje por Admin Jue Mar 05, 2015 9:10 pm

—El aprecio de tu gente mantuvo vivo tu recuerdo —murmuró al fin, cobijada entre sus brazos, extrañamente cómoda y rendida ante la idea de que aquello era real— Yo sólo... —e hizo una pausa, enterrando el rostro en el pecho ajeno, envuelta en el aroma masculino que llevaba meses enteros sin sentir. Su ausencia había despertado en ella una malsana tendencia a evocarle en la memoria. No sólo lo había soñado dormida, sino también despierta, escarbando en lo profundo de sí misma para recuperar hasta las piezas más pequeñas de Seth en vida. Cada destello de su melena rubia, la chispa de sus cuencas amieladas, el registro grave de su voz, el eco de sus pasos al caminar. Detalles que por mucho tiempo había mantenido intactos, protegidos, suspendidos en algún apartado rincón de su mente, a salvo del manto difuso del olvido. Pero todo había regresado de golpe con él, quitándole sentido a su remordimiento.

El pecho de Silea se distendió, como si su corazón hubiese sido liberado de la prisión de las costillas con la rapidez conque se suelta el nudo de una cuerda. El peso de la culpa, sin embargo, arañaba sus entrañas desde dentro como una bestia a punto de morir de inanición— Lo siento... —dijo con la solemnidad a punto de abandonarle, tornando completamente parcial su criterio al expresarse— Si no hubiera dado contigo, si tan solo te hubiera dejado ir en paz... —y la frustración dio el primer coletazo, arrancándole un par de lágrimas saladas a un semblante que procuraba mantenerse impertérrito a toda costa— Las heridas eran tan profundas, había tanta sangre, mirabas sin ver... —el eco de la desesperación después del fragor de la batalla retornaba con insistencia como el vaivén de la marea, tiñendo el tono de su voz con el atisbo de una tristeza vaga y sosegada: su norte y su protegido había desaparecido, arrancándole el propósito a su vida. Pero había vuelto. Estaba vivo. Y eso era lo único que importaba.

El control volvió de a poco a reclamarla restaurando su usual entereza, secando los vestigios de un llanto mudo. Entonces alzó la vista hacia él, rompiendo el abrazo y retrocediendo apenas. Su recato seguía a la orden del día como otrora, devolviéndole algo de normalidad a su existencia— Este es tu hogar, tu lugar, perteneces a la gente que te piensa y te admira. Este reino, lo que cuidé con mi vida, sigue siendo tuyo —y por primera vez desde que se habían conocido, Silea se inclinó levemente en una reverencia para él, tomando los pliegues de la bata como si de la falda de un vestido se tratase— Sólo tienes que tomarlo.

[01:48:41] Seth Koller : No esperaba una situación como esta, ni ahora ni nunca. Se quedó helado, y por momentos, el pecho suyo dejó de seguir el ritmo de su respiración, estaba en seco. Por desgracia siempre fue demasiado tonto para esta clase de situaciones y en estos momentos deseaba ser aunque sea un tantito más sentimental, se lo merecían todos al fin y al cabo… Seth también lo sentía, y por dentro, se disculpaba por no tener la suficiente empatía para expresarse. Lo único que le quedaba era su seriedad, su noble corazón y sus palabras, siempre le bastó con eso, pero esta vez sentía que necesitaba más para contestarle. Su silencio fue perpetuo, pues quiso escuchar la voz que a cuchicheos más de alguna vez lo ha llamado idiota o que lo ha desafiado. Y finalmente, cuando la dama mayor del reino se reverenció ante él, no lo pudo creer. El rubio, intuitivamente, dio un paso hacia atrás y estiró sus brazos, negando con sus manos. —Si quieres avergonzarme, lo has hecho. —Murmuró, con un suave pudor que ni se manifestó salvo por su
[01:49:04] Seth Koller : honestidad. Pero a fin de cuentas, esa mirada propia de él se ablandó, dibujando una pequeña y suave sonrisa en su semblante. Todo estaba bien al fin y al cabo, y las cosas podían estar a la normalidad, o mejor incluso. Bajó sus brazos, sin saber qué hacer con ellos. El júbilo lo volvía alguien así, lo aturdía. Esos grisáceos ojos que siempre vivían añorando o que vieron solamente la distancia entre él y su familia, ahora estaba mirando a alguien mucho más cercana e importante. —Qué va... y es que para estas cosas soy tan malo. —Se excusó como si fuese un cobarde para escapar del sentimentalismo. Un poco más, y hubiese pensado que ella jugó sucio, pues es un ermitaño por dentro y eso no es noticia caliente. Se llevó su diestra hacia su cabellera, rascándola con suavidad, para tomar una bocanada de aire. —Pero hay algo que no estás entendiendo Silea. Yo necesito que tú seas reina. Mira, eres como una brújula, ¿sí? y bueno, si yo fuese rey sin ti, las cosas serían igual que siempre. Pero yo necesito a la
[01:49:08] Seth Koller : persona que supo desafiarme en todo momento. Así que seguiré insistiendo: seré rey si tu aceptas compartir la corona conmigo. —Se cruzó de brazos, asintiendo con su cabeza. «Después de todo, nunca perdieron la fe en mí a pesar de lo que siempre fui. No sé si todo esto es porque necesitan creer en algo y por casualidad pensaron todos en mí… »—Saben que yo me crie solo, y por tanto, fui bastante egoísta. ¿Entonces por qué, Silea? ¿Por qué creen en mí más allá de todo?... Yo solamente puedo decir que les agradezco a todos, porque otras palabras no me salen. —Y para matar el momento, cerró sus ojos con pesadez. No estaba triste, estaba feliz, demasiado feliz y seguramente Silea lo supo en esos momentos. —Me gustaría poder hablar mañana con el reino entero. —Primera vez en su vida que no da una orden.

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